“Soy periodista porque tengo preguntas. Si tuviera respuestas sería político, religioso o crítico. Por eso el periodismo militante es la antítesis de lo que soy yo. Ellos están llenos de respuestas y están dispuestos a aplicarlas. Soy periodista porque no sé”.

La definición pertenece a Jorge Lanata, el periodista que más influyó en la Argentina desde el retorno de la democracia en 1983. Su frase, que parecía anticipar su legado, hoy resuena con más fuerza tras su fallecimiento, ocurrido a los 64 años.

Su muerte se produjo en el Hospital Italiano, donde estaba internado por complicaciones que arrastraba desde hacía años. Ingresó el 14 de junio de este año, enfrentando problemas de salud derivados de un trasplante cruzado de riñón que le habían practicado ocho años atrás en la Fundación Favaloro. Este procedimiento pionero en Latinoamérica había mejorado su calidad de vida, pero los desafíos médicos nunca lo abandonaron. Una neumonía, infecciones y un deterioro cardíaco marcaron el último tramo de su vida, que culminó con una descompensación en plena realización de estudios médicos.

Un torbellino de vida
Jorge Lanata vivió al máximo, como si intuyera que su tiempo en la Tierra sería breve. Fue un espíritu incansable, polémico y muchas veces controvertido, que se movió entre los grandes éxitos y los más resonantes fracasos sin perder su esencia. Ganó 23 premios Martín Fierro, además de múltiples galardones nacionales e internacionales. Pero también enfrentó críticas, crisis económicas y rupturas personales que moldearon su carácter.

No se limitó a ser periodista. Fue un creador multifacético que navegó con igual destreza el periodismo gráfico, radial, televisivo y digital. En cada plataforma dejó una marca única, reflejo de su talento innato y su capacidad para adaptarse a los tiempos. Desde sus investigaciones documentales hasta sus programas de entretenimiento, Lanata supo encarnar la figura de un hombre de medios que trascendía el periodismo tradicional.

Sin embargo, fue su lucha contra el kirchnerismo lo que definió una etapa de su carrera y lo posicionó como un símbolo de resistencia para una parte de la sociedad. Esa cruzada, con sus denuncias de corrupción y su estilo irreverente, lo convirtió en un referente indiscutido del periodismo de investigación en televisión, especialmente a través de su programa Periodismo para Todos (PPT).

Las raíces de un genio precoz
Nacido el 12 de septiembre de 1960 en Mar del Plata, Lanata pasó su infancia en Sarandí, un barrio del sur del conurbano bonaerense. Su niñez estuvo marcada por la tragedia: a los ocho años, su madre, María Angélica Álvarez, quedó con secuelas irreversibles tras una cirugía por un cáncer cerebral. Este episodio truncó la dinámica familiar y dejó a Lanata bajo el cuidado de sus tías y su abuela.

Fue en la biblioteca de su tío Dionisio donde el joven Jorge encontró refugio y cultivó su pasión por la lectura y la escritura. Allí se sumergió en las obras de grandes autores, alimentando un espíritu curioso que lo llevó, siendo apenas un niño, a entrevistar al poeta Conrado Nalé Roxlo. Ese primer acercamiento al periodismo sería el inicio de una carrera que transformaría el panorama mediático argentino.

A los 14 años, Lanata mintió sobre su edad para trabajar en Radio Nacional. Su audacia convenció al jefe del noticiero, y pronto se convirtió en movilero y redactor, dando sus primeros pasos en un medio que lo acompañaría toda su vida.

El fenómeno Página/12 y la era de las provocaciones
Con sólo 26 años, Lanata fundó Página/12, el diario que redefiniría el periodismo argentino en los años 80. Junto a un equipo de jóvenes talentosos, imprimió al medio un tono innovador, irreverente y profundamente crítico. Bajo su dirección, Página/12 se convirtió en un bastión del pensamiento progresista y en un espacio para el debate político y social.

Durante el menemismo, Lanata desplegó toda su creatividad para satirizar al poder. Cuando Carlos Menem calificó al diario de «amarillo», la publicación respondió con una edición completamente impresa en ese color. En otra ocasión, lanzó el Documento Nacional del Boludo, una sátira que agotó la tirada y quedó en la memoria popular como un símbolo de su ingenio.

En los años 90, diversificó su trabajo con proyectos como la revista Veintiuno y el diario Crítica de la Argentina. Si bien algunos de estos emprendimientos no prosperaron, todos llevaron el sello de su estilo único: provocador, incisivo y siempre dispuesto a incomodar.

La transformación personal y profesional
Lanata nunca temió cambiar de opinión ni revisar sus posturas. Este rasgo, que para muchos fue una fortaleza, le valió también críticas feroces, especialmente de antiguos aliados del progresismo. En sus últimos años, asumió posiciones más pragmáticas y se convirtió en una figura central del Grupo Clarín, tras años de haberse manifestado en contra del conglomerado.

En lo personal, también enfrentó profundas transformaciones. En su libro autobiográfico Lanata/56, reveló que había descubierto, a los 55 años, que era adoptado. Este descubrimiento sacudió sus certezas y lo llevó a reflexionar sobre su identidad en un momento crucial de su vida.

Su tercer matrimonio, con la abogada Elba Marcovecchio, marcó un capítulo final de estabilidad emocional. Juntos compartieron los últimos años de Lanata, en los que su salud frágil nunca logró apagar su espíritu combativo.

El legado de un maestro del oficio
Jorge Lanata dejó una huella indeleble en el periodismo argentino. Sus detractores y admiradores coinciden en que redefinió los límites de la profesión, explorando territorios que pocos se atrevían a transitar. Fue un narrador de su tiempo, capaz de combinar la denuncia con el entretenimiento, y de llevar las historias más complejas al gran público sin perder profundidad.

Hoy, su figura trasciende la muerte. Lanata no fue solo un periodista, sino un hombre que vivió con preguntas, que buscó respuestas y que, en el proceso, contó la historia de un país con todas sus luces y sombras. Su partida deja un vacío difícil de llenar, pero también un ejemplo imborrable para las nuevas generaciones que se atrevan a mirar la realidad con ojos críticos y sin miedo.