La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, anunció recientemente el relanzamiento del Servicio Cívico, una iniciativa que busca ofrecer a jóvenes de entre 18 y 24 años, que no estudian ni trabajan, una formación en valores cívicos, disciplina y herramientas laborales. El programa, presentado como una alternativa al desarraigo y la vulnerabilidad social, se realizará bajo la supervisión de la Gendarmería Nacional y con el apoyo del Ministerio de Capital Humano, dirigido por Sandra Pettovello.

Los objetivos declarados

Bullrich destacó en sus redes sociales que este programa tiene la finalidad de “sacar a los jóvenes de las calles, alejarlos del delito y la droga, y brindarles herramientas para construir un futuro con orden y oportunidades reales”. En esta edición, el Servicio Cívico se desarrollará en 11 ciudades del país, con talleres orientados a la promoción de la salud, orientación vocacional, liderazgo, trabajo en equipo, y capacitación en oficios. También se incluirá formación en derechos democráticos y prevención de riesgos en situaciones de desastres.

Precedentes en Argentina

La primera implementación del Servicio Cívico ocurrió en 2019, también bajo la gestión de Bullrich. En ese entonces, se registraron 1.200 inscripciones de jóvenes de entre 16 y 20 años, quienes participaron en actividades en sedes ubicadas en Campo de Mayo, Ciudad Evita, Mercedes y otras localidades de las provincias de Córdoba, Santiago del Estero y Río Negro. El programa fue presentado como una oportunidad para fomentar el compromiso ciudadano y el desarrollo de habilidades laborales y educativas.

El contexto internacional: referencias y aprendizajes

En el plano global, varios países han implementado programas similares con enfoques diversos. En Francia, el Servicio Cívico Nacional, vigente desde 2010, ofrece a jóvenes de entre 16 y 25 años la posibilidad de participar en proyectos de interés público, como educación, protección ambiental y apoyo a comunidades vulnerables. Este programa, de carácter voluntario, tiene como objetivo fortalecer el compromiso ciudadano sin vincularse a estructuras militares.

Alemania, tras la abolición del servicio militar obligatorio en 2011, creó el Bundesfreiwilligendienst, que permite a jóvenes y adultos mayores colaborar en sectores clave como la salud y la educación. Este enfoque busca integrar a los participantes en la sociedad mediante el servicio comunitario, promoviendo la solidaridad y el desarrollo personal.

En contraste, Brasil mantiene programas más cercanos al ámbito militar, como el Tiro de Guerra, orientado a formar a jóvenes bajo un esquema de disciplina y formación cívica vinculada al Ejército. Aunque su enfoque es diferente al europeo, comparte objetivos similares en cuanto a la promoción de valores y habilidades.

Debates y polémicas en el ámbito local

El regreso del Servicio Cívico ha despertado críticas desde diversos sectores. Organizaciones de derechos humanos y especialistas en educación han manifestado preocupación por la participación de la Gendarmería Nacional en un programa orientado a jóvenes en situación de vulnerabilidad. Cuestionan si esta intervención podría fomentar una militarización encubierta, desviando el enfoque de inclusión social hacia una perspectiva de control.

Además, analistas señalan que la eficacia del programa dependerá en gran medida de la calidad de los contenidos, la formación de los instructores y la articulación con otras políticas públicas destinadas a combatir la exclusión educativa y laboral. También se ha planteado la necesidad de garantizar el acceso equitativo a estos talleres en regiones donde las brechas socioeconómicas son más profundas.

Desafíos estructurales y perspectivas futuras

La puesta en marcha de este programa plantea varios desafíos. Por un lado, asegurar que las actividades propuestas respondan a las necesidades reales de los jóvenes en situación de vulnerabilidad, promoviendo su autonomía y participación activa en la sociedad. Por otro, establecer mecanismos de evaluación que permitan medir el impacto del programa en términos de reinserción educativa y laboral.

Asimismo, será crucial integrar este esfuerzo con políticas públicas más amplias, como la mejora del sistema educativo y la generación de empleo formal. La experiencia de países como Francia y Alemania sugiere que un enfoque colaborativo, desvinculado de estructuras militares, puede ser más efectivo para alcanzar estos objetivos.

Conclusión: entre la esperanza y la cautela

El relanzamiento del Servicio Cívico representa una oportunidad para abordar una problemática urgente: la exclusión social de miles de jóvenes argentinos. Sin embargo, el éxito del programa dependerá de su capacidad para superar las críticas y consolidarse como una herramienta inclusiva, transparente y efectiva. En un contexto donde las demandas sociales exigen respuestas integrales, el Servicio Cívico podría convertirse en un puente hacia el futuro o, por el contrario, en una iniciativa de impacto limitado si no se articulan esfuerzos de manera adecuada.