En el escenario político argentino, las palabras a menudo se convierten en chispas que encienden incendios. Esta semana, fue el turno de Javier Milei, cuyas declaraciones resonaron con una velocidad inusitada en el Partido Justicialista y el kirchnerismo. El Presidente, adoptando un tono contundente, sentenció que Cristina Fernández «ya fue. No va a volver nunca más».

Las repercusiones de estas palabras fueron inmediatas. Los primeros indicios de conflicto se vislumbraron durante el fin de semana, concentrándose, como es costumbre, en Buenos Aires, epicentro de la resistencia opositora al gobierno libertario nacional. Más allá de las diatribas flotantes en el aire, el verdadero trasfondo de la cuestión reside en el papel elusivo que Cristina Fernández ha desempeñado desde la llegada de Milei al poder el pasado 10 de diciembre.

El ministro de Desarrollo Social de Axel Kicillof, Andrés Larroque, lanzó un desafío público: «¿Qué es la conducción de Cristina, que tres ñatos te manden un WhatsApp?». Esta pregunta, formulada en un acto en la quinta de San Vicente, refleja la creciente frustración con la falta de liderazgo claro por parte de la ex vicepresidenta, quien incluso se ha ausentado en momentos críticos como el fracaso de la Ley Omnibus.

Mientras tanto, se multiplican los cuestionamientos hacia Cristina. Su silencio ante las propuestas libertarias, su distanciamiento de la gestión de Kicillof y su relación tensa con algunos sectores del kirchnerismo, como evidenció el escándalo de Martín Insaurralde, son solo algunos de los puntos que generan disconformidad dentro del peronismo.

Pero los problemas de la ex presidenta van más allá. La posible reconfiguración de la Corte Suprema y la falta de control sobre algunos sectores del Senado son señales de un liderazgo que se resquebraja. La permanencia de su hijo al frente del PJ bonaerense y la necesidad de enfrentar las críticas internas mientras se mantiene la cohesión del partido representan desafíos adicionales.

En este contexto, figuras como Larroque y el intendente de Ensenada, Mario Secco, han comenzado a distanciarse de Cristina, instando a una militancia activa y cuestionando la pasividad frente al avance del gobierno libertario. La posible convocatoria de un acto para conmemorar la victoria de Néstor Kirchner, en el que se esperaría la ausencia de la camporista, refleja la fractura interna que atraviesa el kirchnerismo.

La reaparición moderada de Cristina, criticando el DNU de Milei, ha sido respaldada por algunos de sus seguidores más fieles, aunque sus argumentos carezcan de solidez. En contraposición, figuras como Mariano Recalde y Sergio Massa intentan mantener la cohesión interna, aunque este último se reserva su aparición pública para la Feria del Libro, donde promete revelar secretos de su gestión como ministro de Economía.

En resumen, la crisis en el kirchnerismo es evidente. La falta de liderazgo claro, las divisiones internas y la creciente presión de la oposición representan un desafío para Cristina Fernández y su proyecto político. El futuro del peronismo y su capacidad para resistir los embates del gobierno nacional están en juego, y solo el tiempo dirá si lograrán superar esta tormenta.