A partir de la muerte de seis generales y un teniente en la noche del 30 de septiembre al 1 de octubre de 1965, que la historia oficial califica de “héroes de la nación”, en Indonesia se desataron sangrientas masacres sobre un sector de la población civil: los comunistas, que se extendieron por un año y acabó con la muerte de entre medio millón y un millón de personas de personas. Al día de hoy, ninguno de los responsables de esa verdadera campaña de terror ha sido juzgado.

El 2 de octubre siguiente, el general Mohamed Suharto, a la cabeza del ejército, acusó al Partido Comunista (PKI) de intento de golpe de Estado y llamó a la aniquilación de sus integrantes, sin aportar ninguna evidencia que respaldara tal acusación. En 1966 tomó las riendas del país, y el PKI y toda su órbita (periódicos, revistas y demás publicaciones) quedaron totalmente al margen de la ley (situación que se mantiene hasta el presente) y en 1967 se convirtió en presidente, cargo en el que permaneció hasta 1998. La intervención del teniente general Suharto contra el Partido Comunista contó con la aprobación, o al menos la vista gorda, de las potenciales occidentales. Eran los tiempos de la Guerra Fría y Kusno Sosrodihardjo, conocido como Sukarno (1901/1970), impulsor de la Conferencia de Bandung (1955) y fundador del Movimiento de Países No Alineados (MNOA, 1961), primer presidente desde que el país se independizó de Holanda, era un ferviente anticolonialista.

Su gobierno, claramente enfrentado con el Occidente conceptual, descansaba sobre tres pilares en constante tensión: el ejército, los grupos islámicos y el Partido Comunista, que por aquel entonces era el tercero más grande del mundo después de la Unión Soviética (PCUS) y China. No formaba parte del gobierno pero tenía influencia en el mismo.

Por décadas primó el negacionismo en el país: de ese tema no se hablaba y su sola mención era pasible de sanciones. Recién en 1982 el cineasta Peter Weir llevó al celuloide la novela “El año que vivimos en peligro”, escrita por el australiano Cristopher Koch, que relata lo sucedido entre 1965 y 1966. La película estuvo´prohibida en Indonesia hasta 1999, y más allá de esa censura no tuvo mayores repercusiones en la sociedad indonesia.

Habría que esperar tres décadas más para que se despertara la adormilada conciencia nacional indonesia. En 2012, el documentalista Joshua Oppenheimer estrenó “The act of killing” (título original en indonesio Jagal, que significa «carnicero») (La mirada del silencio), nominado al Óscar en 2014, que refleja la historia de dos exlíderes de escuadrones de la muerte en Indonesia que recuentan las atrocidades de la guerra, el mismo año que se estrenó el otro documental del mismo documentalista “The look of silence” (La mirada del silencio, en indonesio: Senyap, «Silencio») focalizado en el testimonio de víctimas y sobrevivientes.

En el 50 aniversario de los sucesos de 1965, Oppenheime dijo: «Este aniversario debe ser un recordatorio de que a pesar de que queremos seguir adelante, a pesar de que nada va a despertar a los muertos o hacer todo lo que se ha roto, hay que parar, honrar las vidas destruidas, reconocer nuestro papel en la destrucción, y permitir que el proceso de recuperación comience».

Los documentales generaron un debate en la sociedad, y hasta se mencionó la posibilidad de una propuesta de reconciliación nacional y la rehabilitación del PKI,
pero ni los mandatarios surgidos tras la caída de Suharto: Bacharuddin Jusuf Habibie (1998-1999), Abdurrahman Wahid (1999-2001), Megawati Sukarnoputri (2001-2004), Susilo Bambang Yudhoyono (2004-2014) y Joko Widodo (2014-2024) ni el actual primer mandatario Prawobo Subianto, han avanzado en el tratamiento oficial de estos temas.

El accionar del Gral. Suharto contó con el visto bueno de Estados Unidos, algo que se tradujo en el suministro de armas y municiones al ejército indonesio no sólo en los años sesenta sino durante toda su gestión de gobierno.

Pero EE.UU tuvo un aliado de peso en su ofensiva contra el PKI en 1965. Según un artículo publicado en el prestigioso The Guardian inglés, documentos recientemente desclasificados revelan como funcionarios del Ministerio de Asuntos Exteriores Británicos, específicamente Ed Wynne especialista del Departamento de Investigación de la Información (IRD), la rama de propaganda de la guerra fría, incitaron a las masacres que dejaron miles de muertos indonesios, y recientemente se publicaron en los Archivos Nacionales de Gran Bretaña unos panfletos que supuestamente fueron escritos por patriotas indonesios, pero que en realidad fueron escritos por propagandistas británicos, y que instan a los indonesios a eliminar al PKI. La coordinación de tales acciones estuvo a cargo del SEAMU (Unidad de Monitoreo del Sudeste Asiático) creada por sugerencia del embajador británico en Indonesia, Sir Andrew Gilchrist, cuya embajada en Yakarta había sido incendiada por manifestantes del PKI en 1963.

“Siglo XX cambalache, problemático y febril”. Los versos de Discépolo son la mejor ilustración de un siglo que, a despecho de la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio de 1948, que entró en vigor en 1951, se caracterizó por la vigencia de esa violación a los derechos humanos que son los genocidios, práctica que sigue vigente en nuestros días.