El 17 de octubre de 1945 quedó grabado para siempre en la historia argentina como el Día de la Lealtad Peronista, una fecha que marcó el nacimiento de un movimiento político y social que transformaría la vida del país. Aquella jornada, miles de trabajadores salieron a las calles —principalmente en Buenos Aires— para exigir la liberación del entonces coronel Juan Domingo Perón, detenido días antes por sus propios camaradas militares. Lo que comenzó como una manifestación obrera terminó convirtiéndose en el acto fundacional del peronismo.

Contexto político y social

A mediados de la década de 1940, la Argentina vivía un momento de transición. El país había atravesado la llamada “Década Infame” (1930-1943), caracterizada por el fraude electoral, la corrupción política y la dependencia económica respecto del capital extranjero. En 1943, un grupo de militares nacionalistas derrocó al presidente Ramón Castillo mediante un golpe de Estado que dio inicio al Gobierno de la Revolución del ’43.

Dentro de esa junta militar emergió la figura de Juan Domingo Perón, quien rápidamente asumió roles clave en el nuevo esquema de poder. Primero fue designado al frente del Departamento Nacional del Trabajo, luego convertido en la Secretaría de Trabajo y Previsión, desde donde impulsó una batería de medidas sociales inéditas: la fijación del sueldo mínimo vital y móvil, la creación de tribunales laborales, el aguinaldo y la negociación colectiva, entre otras conquistas.

Perón también se desempeñó como ministro de Guerra y vicepresidente de la Nación, concentrando un poder creciente dentro del gobierno militar. Sin embargo, sus políticas sociales y su cercanía con los sindicatos despertaron recelos entre los sectores conservadores, empresariales, e incluso dentro del propio Ejército.

El arresto de Perón y la reacción popular

El 9 de octubre de 1945, tras una serie de presiones internas, Perón fue detenido y trasladado a la isla Martín García, acusado de acumular poder personal y de mantener vínculos con el movimiento obrero que incomodaban a la elite política y militar. Su arresto generó una ola de protestas en distintos puntos del país, especialmente en los barrios obreros e industriales del Gran Buenos Aires.

Durante los días siguientes, los sindicatos comenzaron a organizarse. El 16 de octubre, la CGT (Confederación General del Trabajo), que había sido reorganizada bajo la influencia de Perón, anunció una huelga general para el 18 de octubre. Sin embargo, la movilización se adelantó espontáneamente.

El miércoles 17 de octubre, desde las primeras horas de la mañana, columnas de trabajadores provenientes de Berisso, Ensenada, Avellaneda, Lanús y otras zonas fabriles comenzaron a marchar hacia el centro de Buenos Aires. A pie, en tren o en camiones, avanzaron con un objetivo claro: pedir la liberación de Perón.

El pueblo toma la Plaza de Mayo

La escena fue inédita. Miles y miles de personas colmaron la Plaza de Mayo y las avenidas adyacentes. La multitud, integrada principalmente por obreros de la carne, textiles, ferroviarios y metalúrgicos, pedía a viva voz: “¡Queremos a Perón!”. A medida que avanzaba la jornada, la presión popular se volvió insostenible para el gobierno militar.

Por la tarde, el general Edelmiro Farrell, presidente de facto, se vio obligado a negociar. Finalmente, Perón fue trasladado desde la isla Martín García al Hospital Militar, y luego al Departamento de Policía, desde donde se dirigió al pueblo.

Cerca de las 23 horas, Perón apareció en el balcón de la Casa Rosada, acompañado por Eva Duarte —quien poco después se convertiría en Evita, símbolo del movimiento—. Desde allí pronunció un discurso que marcaría el inicio de una nueva etapa política:

“Hace dos años y medio, por mi intermedio, el Gobierno comenzó una obra de justicia social que hoy reconocen los trabajadores. Esa obra la continuará el pueblo con su esfuerzo”.

El nacimiento del peronismo

Aquella jornada consolidó un vínculo político y emocional entre Perón y las masas trabajadoras, base del futuro movimiento peronista. El 17 de octubre pasó a simbolizar la lealtad del pueblo hacia su líder y la irrupción de un nuevo actor social: el proletariado organizado.

Días después, Perón renunció formalmente a sus cargos militares y se presentó como candidato a presidente. En las elecciones del 24 de febrero de 1946, acompañado por Hortensio Quijano como vicepresidente, obtuvo el 52,4% de los votos, derrotando a la coalición opositora denominada Unión Democrática. Nacía así el Primer Gobierno Peronista, que impulsaría profundas transformaciones económicas, sociales y culturales en el país.

El significado histórico y su permanencia

Con el paso de los años, el 17 de octubre se transformó en una de las fechas más emblemáticas del calendario político argentino. Para el peronismo, es el Día de la Lealtad, una jornada de homenaje y reafirmación doctrinaria. Para los historiadores, representa el punto de inflexión en la relación entre el Estado y el movimiento obrero, así como el surgimiento de un liderazgo populista de características únicas en América Latina.

Las interpretaciones sobre aquel día son múltiples. Algunos lo consideran un acto espontáneo de masas que exigían justicia social; otros, un fenómeno cuidadosamente alentado por el propio Perón desde la cárcel. Lo cierto es que el 17 de octubre simboliza el inicio de una nueva identidad política, con fuerte arraigo popular y emocional, que aún perdura en la Argentina contemporánea.

Conclusión

A ochenta años de aquella jornada, el 17 de octubre sigue siendo motivo de conmemoraciones, debates y marchas. Más allá de las posiciones políticas, nadie puede negar su impacto histórico: fue el día en que el pueblo trabajador irrumpió en el centro del poder y cambió para siempre el rumbo de la política argentina.