Mediante un fraude tan monumental como el estadio de River Plate, la primavera hondureña parece estar llegando a su fin. Las elecciones del 30 de noviembre pasado estuvieron signadas por un lado por el abierto apoyo de Donald Trump al candidato del Partido Nacional, Nasry Juan Asfura Zablah (67), amenazando poco menos que con un apocalipsis si no ganaba las elecciones, y por el otro por la amenaza, ya efectivizada, de indultar al expresidente Juan Orlando Hernández (JOH), preso en Estados Unidos por sus vínculos con el tráfico, que recibió incluso aportes de un tal Federico “Fred” Machado, extraditado de Argentina a Estados Unidos en noviembre pasado acusado de narcotráfico, lavado y estafa, un conspicuo representante de los cárteles de la droga en Centroamérica.
Al comenzar el escrutinio preliminar del sistema de transmisión de resultados preliminares (TREP), los resultados favorecían al oficialismo en el gobierno, pero repentinamente se congelaron los guarismos para Moncada y empezaron a subir los asignados a Nasralla y Asfura. Luego, el CNE (Consejo Nacional Electoral) suspendió el conteo y al reanudarlo el candidato del Partido Nacional tenía lo que llamaron un “empate técnico” con el candidato del Partido Liberal, explicación tan infantil como innecesaria, porque en Honduras no hay segunda vuelta, y aunque sea por un voto, el que va primero se consagra ganador del comicio.
Rixi Moncada (60), cofundadora del Partido Libertad y Refundación (LIBRE) y candidata a presidente, es maestra normalista, docente universitaria, abogada y notaria pública, especialista en Derecho Penal, Procesal Penal y Constitucional, juez de Letras de lo Criminal, magistrada de la Corte Primera de Apelaciones, asesora del Ministerio Público y el Congreso Nacional, secretaria de Estado en los Despachos de Trabajo y Seguridad Social, ministra asesora en materia de energía y gerente general de la Empresa Nacional de Energía Eléctrica, presidenta del Consejo Nacional Electoral (CNE) y ministra de Finanzas, es la candidata del Partido LIBRE, denunció en una entrevista periodística lo que llamó “golpe electoral” y detalló una de las maniobras de Trump en su injerencismo, al enviar mensajes a los celulares de los hondureños diciendo que si no votaban al candidato que él proponía (Asfura) no llegarían al país las remesas de diciembre, que los cerca de 2.800.000 de connacionales que residen en Estados Unidos envían todos los meses a su familiares en Honduras, setenta y dos horas antes del acto eleccionario. Moncada ha dicho que continuará la lucha por todos los medios a su alcance para que no le arrebaten la victoria, basada además en que la excelente gestión de su antecesora es la que avala su promesa de una gestión ordenada en el manejo de los asuntos públicos y la continuidad de una lucha sin cuartel contra la corrupción, y su propuesta, entre otras, de una estatización del sector eléctrico, defendiendo la rectoría pública de la Empresa Nacional de Energía Eléctrica (ENEE).
El actual inquilino de la Casa Blanca con su actitud seguramente está añorando los tiempos en que el pequeño país era parte de su patio trasero y podía hacer en él lo que quisiera, como hizo Estados Unidos en junio de 1954. De allí partió la columna armada organizada y financiada por la CIA, comandada por el Coronel Carlos Castillo Armas, para derrocar al presidente constitucional de Guatemala Jacobo Arbenz.
Un atisbo de autonomía fue esbozado por el presidente José Manuel Zelaya Rosales (73), elegido en el 2006 y destituido por un golpe de Estado el 28 de junio de 2009: relaciones con Cuba, Venezuela y Nicaragua, participar de PetroCaribe y haberse integrado al ALBA (Alianza Bolivariana de los Pueblos – TCP) jalonaron una gestión que si bien contó con apoyo popular no alcanzó para evitar su derrocamiento.
Tras un breve interregno a cargo del presidente de facto y titular del Congreso hondureño Roberto Micheletti, tras las elecciones de 2010 llegó a la presidencia Porfirio Lobo Sosa (77), durante cuyo gobierno, según investigaciones del Departamento de Justicia de Estados Unidos y el circuito judicial del Distrito Este de Nueva York, inició la gran alianza entre el narcotráfico hondureño y la élite política del Partido Nacional, entonces dirigido por Lobo y un diputado emergente de nombre Juan Orlando Hernández. Un hijo del expresidente, Fabio Lobo, fue condenado en 2016 en Nueva York por narcotráfico, y el menor de sus hijos, Said (19), fue asesinado en 2022 por la Mara Salvatrucha (MS13), una operación que habría sido planificada por políticos que fueron funcionarios del Partido Nacional, quienes habrían pagado al menos U$S 200.000 por la misma. La esposa de Porfirio Lobo y madre del joven asesinado, Rosa Lobo, tuvo que pedir permiso en la cárcel donde estaba detenida por corrupción para ir al sepelio de su hijo Said.
En este contexto, el indulto a JOH suena es una afrente al pueblo hondureño. Pero además, pone en duda la veracidad de su discurso belicista contra Venezuela acusándola de narcotráfico y deja al descubierto que todo el andamiaje que ha llevado a convertir el Caribe en un escenario de confrontación, donde se ha asesinado en ejecuciones extrajudiciales más de 83 personas, es como dijera don Vicente Leónidas Saadi, pura cháchara que esconde el propósito real, que es apoderarse del petróleo y las riquezas venezolanas y derrocar por la fuerza al gobierno constitucional del país bolivariano que encabeza Nicolás Maduro Moros, ya que la dividida oposición venezolana, liderada en parte por la reciente ganadora del Premio Nobel de la Paz, María Corina Machado, ha sido incapaz de hacerlo, e incluso expulsó de sus filas a Henrique Capriles Radonski por participar del último acto eleccionario.
No son pocos los que creen que tanto la intervención del cowboy deportador como sus discursos inflamados e inflamables, son una cortina de humo para ocultar la crisis económica que está viviendo el país, donde alrededor del 60% de los consultados en una reciente encuesta creen que Trump está, con sus acciones, perjudicando con sus acciones el conjunto de la población.
Todo indica que resultará ganador del fraude un político de derecha, ya sea Asfura o Salvador Nasralla (72). Este último fue aliado en su momento del Partido LIBRE (Libertad y Refundación) en la elección donde resultó electa Xiomara Castro, pero renunció al cargo de designado presidencial (una especie de vicepresidente) el año pasado para postularse en estas elecciones.
La gestión de la actual primera mandataria hondureña ha sido impecable, sobre todo por el apego a las propuestas que hizo durante la campaña electoral de 2021: traslado de la embajada de Honduras de Jerusalén a Tel Aviv; revirtiendo lo dispuesto por su antecesor Alejandro Giammattei; creación de la CICIH (Comisión contra la corrupción impunidad en Honduras), para lo cual se firmó un acuerdo con la ONU pero los legisladores del Partido Nacional lo han estado boicoteando; derogación de la ley de las Zedes (Zonas de Desarrollo Económico), un engendro creado por JOH donde no regirían las leyes del país sino una legislación propia de los enclaves, en una clara violación de la soberanía; firmó la derogación de la ley de secretos que estuvo vigente durante los dos últimos gobiernos del exmandatario Juan Orlando Hernández, que blindaba la información sobre el uso de los recursos del Estado impidiendo su acceso a periodistas y a la ciudadanía en general, que dicho sea de paso tuvo un segundo mandato ilegal ya que
la Constitución hondureña prohíbe taxativamente la reelección del presidente, pero en 2017 por una resolución de la Corte de Suprema de Justicia, se violó la norma constitucional y se habilitó la reelección de Hernández (cuando no una corte suprema actuando contra el pueblo).
«Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad». El lapidario juicio que el Libertador Simón Bolívar emitiera en 1829, sigue más vigente que nunca.




