El martes 9 de diciembre se realizó en Miami la segunda vuelta para la elección de alcalde de la segunda mayor ciudad del estado de Florida, Miami.
Y como ya es costumbre hoy por hoy, Donald Trump volvió a perder. En las elecciones realizadas el 4 de noviembre pasado, Trump (y no los republicanos, como quiere disimular la prensa hegemónica), perdió las gobernaciones de Virginia y Nueva Jersey, y las alcaldías de Nueva York, Cincinatti, Detroit, Pittsburg, y Atlanta.
Eso no opaca la excelente elección de Katie Wilson, socialista como Mamdani, para alcaldesa de Seattle, cuyo resultado se demoró en dar a publicidad por lo engorroso del escrutinio.
Reflejando la decadencia del cowboy deportador, la victoria de la demócrata Eileen Higgins es significativa. Primero, porque pone de relieve el papel de la mujer en la política norteamericana; segundo, porque le ganó al republicano Emilio T. González, que contaba con el apoyo del gobernador Ron de Santis y Donald Trump, en un distrito que un año antes el primer mandatario había ganado por amplio margen. Sumado a eso, se convirtió en la primera mujer y la primera persona no hispana en llegar a la Alcaldía de Miami, además de la primera demócrata elegida en 24 años para gobernar el municipio, históricamente dominado por republicanos cubanoamericanos (¿están perdiendo el encanto los seguidores de Marco Rubio?)
Ni que decir que con estos resultados, la elección de medio término de noviembre de 2026 se proyecta como un posible nuevo revés para el inquilino de la Casa Blanca.
Para disimular este impacto electoral negativo, Trump apela una vez más a su ya característica belicosidad discursiva, el incremento de las violaciones a los derechos humanos en el Caribe con las ejecuciones extrajudiciales y, como frutilla del postre, la incautación de un petrolero de la llamada “flota fantasma”, que se utiliza para evadir las sanciones de Estados Unidos contra el país bolivariano.
«Segundas partes nunca fueron buenas» es un refrán popular que expresa que las continuaciones de obras exitosas (películas, libros) o relaciones que fracasaron (como volver con un ex) rara vez alcanzan la calidad o el éxito del original, según el Centro Virtual Cervantes. El intento de apropiarse del Canal de Panamá y Groenlandia, el tratar de convertir a Canadá en el estado No. 51 de los Estados Unidos, la guerra de aranceles con China (extensiva a casi todo el mundo) con un magro resultado y estas derrotas electorales, son un ejemplo palpable de que el aserto del refrán es veraz.
Ya sea por ahorrar espacio de titulares o para darle una manito al verborrágico presidente yanqui, la prensa cuando habla del país bolivariano omite consignar que no está solo: Rusia, China, la República Popular de Corea y últimamente Irán, han expresado enfáticamente que tocar a Venezuela es tocarlos a ellos. Y como no sólo de palabras vive el hombre, la escuadrilla de aviones estratégicos Tupolev con ojivas nucleares está estacionada en Maiquetía, navíos de guerra rusos y chinos patrullan las aguas territoriales de la tierra de Nicolás Maduro Moros, y los sistemas antiaéreos S-400 y los radares chinos, con sus antenas apuntado al Caribe (sin contar con las instalaciones similares en México), a los que se debería sumar la iniciativa del presidente de Colombia Gustavo Petro de acudir en ayuda de Venezuela si ésta es invadida, ponen de manifiesto que Venezuela no es Panamá, que dicho sea de paso el viernes 19 del corriente se cumple el aniversario número 36º aniversario de la invasión norteamericana que dejó un número todavía no precisado de víctimas civiles.
A Estados Unidos le queda la posibilidad de seguir con los asesinatos selectivos de enemigos (Bin Laden, Qasem Soleimani, Hossein Salami, etc) o la infiltración de comandos terroristas como en Cuba en la década del 60, hasta que la tortilla se vuelva, claro.
